lunes, 17 de mayo de 2010

«Ego» (17.5.2010/50)


Ego es un muchacho del barrio. Es macanudo, pero el gran problema que tiene es que si le das bola te absorbe y no te deja hacer otra cosa que estar con él. Es pesadísimo, inaguantable por momentos. Ahora, si no lo saludás, es capaz de romperte la jeta si te cruza. Si anda cruzado, te cruza un zurdazo. O te hace la cruz, que es peor.

Es un equilibrio cuasi imposible intentar llevarse bien con él. No tiene término medio el loco ese, te asfixia o te abandona. Lo peor es que cuando te juntás mucho con él la pasás genial, pero al otro día amanecés con una resaca tremenda.

Es contradictorio Ego Morales. Si dejás de verlo por un tiempo te sentís vacío, otro, extraño dentro de vos mismo, no es nada fácil de explicar. Ni de entender. Y aunque la semana anterior te haya asqueado mirarlo a los ojos y te hayas prometido no verlo por una buena temporada, te das cuenta de que el tipo ejerce una atracción fatal en vos. Pero al mismo tiempo adrenalínica, hipnótica. Necesaria para seguir adelante.

Muchas veces preferirías no verlo nunca más, pero te das cuenta con rabia de que sin él no sos el mismo, te hace como un contrapeso adentro, como si fuese una plomada que te equilibra con todo y con todos. Con lo que te rodea, con lo que te cerca también.

Siempre está ahí el tipo. Hay días que parece tu sombra, te sigue. Otros parece tu espejo, te mira. Pero lo más jodido es cuando lo ves como si fuese una caricatura tuya. Ahí lo odiás, mirándote con esa cara que es tuya pero es de él, porque la mueca burlona es toda suya, eso es seguro. Es como si estuvieses condenado a entenderte con el hijo de puta ese. A vos te hablo, yo. No te hagás el otario.

No hay comentarios: