martes, 6 de octubre de 2009

Son lastres de la madrugada

Solo frente a lastres de la madrugada. Estaba convencido de tener algo para desdecir la luminosa blancura de este papel, pero me equivoqué. Estoy como el papel, en blanco. La noche se duerme sobre sí misma, pero el tenaz reloj sigue sumando y avanzando. 

El paso y el peso del tiempo me alivianan y me alivian, siento que un exuberante desierto me aflora por todos lados. Este presente (continuo) del mundo parece proponernos o imponernos un futuro indefinido, hijo de este pretérito imperfecto. 

Vivimos encadenados a la «cultura del apuro», de la instantaneidad, del «no sé lo que quiero, pero lo quiero ahora mismo».

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