martes, 2 de marzo de 2010

«a.G.» (2.3.2010/43)

I. El mundo a.G.

¿Cómo éramos antes de Google? ¿Cómo éramos antes de que «Google», una palabrita rara, se convierta en «Godgle», una palabrota ineludible, que busca a todas las demás palabras? En lo personal, ésta es una postal de mi pasado a.G.:

Corría el año 1997. «Estoy leyendo un libro de historia, plagado de referencias. ¿Quiénes eran los maquis? Busco el mi manoseado diccionario de bolsillo, siempre a mano. Mientras busco, me detengo media docena de veces, curioseando. Quince minutos después, sigo sin saber quiénes son los maquis, porque no figura esa palabra.

Voy al comedor, busco en la «M» del Diccionario de la Real Academia Española: acá está, «maqui» (Voz mapuche). Arbusto chileno, de la familia de las Liliáceas, de unos tres metros de altura… Pero no tiene nada que ver con lo que busco. Solo me queda la opción del Diccionario enciclopédico, a ver. Ma… «Maquiavelo, Nicolás» (leo otros cinco minutos).

¿Qué buscaba? Bufff. Hace media hora que paré de leer para buscar una palabreja y ahora sé que Maquiavelo nació en Florencia en 1469 y que en Chile hay una árbol que se llama maqui, pero sigo sin saber qué diablos son los maquis. Bueno, otra vez será, no tengo dónde seguir buscando y a la biblioteca no tengo tiempo de ir...».

II. El mundo d.G.

Quiero buscar qué es Google, pero, ¿dónde? ¿Qué otro Google hay fuera de él? ¿Existe algo fuera de él? ¿Hay otros buscadores? Ha ocupado un lugar tan preeminente que podría bautizarlo como una especie de Bayaspirina virtual, muchos no saben que Google es un «motor de búsqueda», pero todos saben para qué sirve. Y eso es lo que le sirve a Google. ¿A Google le sirve más servirnos que a nosotros que él nos sirva? Sirvientes, servidores, servidumbres. ¿Who made Who?

Su eslogan es Don’t Be Evil (No seas malvado). Según su partida de nacimiento, Google nació el 7 de septiembre de 1998. No tiene madre, pero sí dos padres: Larry Page y Sergey Brin, dos estudiantes de doctorado en Ciencias de la Computación de la Universidad de Stanford. Por lo tanto, el buscador más buscado es hijo de un matrimonio moderno. De esos que por ahora sólo se aceptan en California, Ámsterdam y pocos sitios más.

III. Bing. ¿Bingo para Bill?

En 2009 nace Bing, el buscador de Microsoft, hijo de padre estadounidense y madre desconocida. ¿Guatemala o Guatepeor? Personalmente, prefiero que haya al menos un oligopolio del poder 3.0 en vez de un monopolio. Prefiero que al menos haya dos contendientes que se disputen nuestras preferencias, a que al menos podamos optar entre dos propuestas, aunque evidentemente sean —mal que nos pese— similares en su concepción más primigenia, en la ideología que las motoriza.

Preferiría una diversidad virtual mucho más real, mucho más democrática, muchas más opciones para elegir, pero ciñéndonos a la realidad de hoy, del viernes 26 de febrero de 2010, si tiene que haber un Big Brother, prefiero a Google y no a Bill Hates, que obligó al mundo a depender de la mediocridad de su Windows, plagado de fallos, complicado, inestable. Una verdadera chapuza virtual.

Sé que hablo de software por un lado y hardware por otro. Cada uno reina en su campo. Pero se disputa cada día con más virulencia el otro campo, el que les falta por conquistar, es por eso que en realidad estamos hablando del mismo gran objetivo estratégico de ambos.

Los dos quieren revivir una especie Sacro Imperio Romano Virtual, reinando en ambos campos (de batalla). ¿Tendrán, ellos también, «pies de barro»? Y es allí dónde personalmente me pregunto cuál de los dos monstruos es menos peligroso. Las nuevas dominaciones ya no pasan por las naciones, sino por las nociones. Noción de saber dónde estamos para tratar de estar donde deseamos, siendo conscientes de las implicancias que tienen las nuevas tecnologías, para intentar no caer en lo más fácil: tecnofilia o tecnofobia.

IV. Huellas digitales de la historia contemporánea

Tal vez, en un futuro no muy lejano, la historia contemporánea se escriba teniendo en cuenta si un hábito, hecho o acontecimiento tuvo lugar «antes o después de Google».

La rapidez con que se propagó, transformándose en apéndice de nuestra mente, fue casi tan rápida como el tiempo que demora en buscar el nombre de esa empresa o persona que acabamos de conocer en el mundo real y ya estamos pensando en llegar a casa y Googlear para ver qué nos depara el omnisciente sabelotodo virtual en el que confiamos demasiado y demasiado rápido. Que a su vez se alimenta de éste mundo palpable en el que ahora mismo estoy tipeando y tratando de transmitir mis impresiones.

Es un juego de espejos entre realidades tangibles y virtuales que se retroalimentan, informan y deforman mutuamente, incidiendo y reincidiendo en nuestra mente de formas que nos afectan consciente e inconscientemente. Tal vez la clave para comprenderlo y comprendernos mejor sea dilucidar cuáles son los espejos cóncavos y cuáles los convexos.

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