martes, 8 de diciembre de 2009

«2026 · Odisea del cerebro» (8.12.2009/28)


¿Piensan que es ciencia ficción? ¿Pero no pensábamos lo mismo de Internet hace apenas veinte años, cuando estaba cayendo el Muro de Berlín? Hoy vemos al 2026 como un número de un futuro apenas imaginable, lejanísimo. Pero faltan solo 16 años. Dieciséis, un pestañeo.

¿Se acuerdan del viejo chiste del siglo pasado, del siglo xx, ese que repetíamos como loros cuando comprábamos algo caro, de que «nos dolía el bolsillo»? Posiblemente pronto se haga realidad eso de que te duela algo cuando te cobren en el súper. O tal vez sea solo un levísimo chasquido interior, un ínfimo zumbido, un temblor apenas perceptible, incluso unas cosquillas en la frente. Quién sabe. 

Sí, dentro de nada vamos a tener un microchip cerebral conectado con el banco, una especie de código de barras, una neoidentidad digital. A los adolescentes les va a encantar, seguramente serán ellos los más bombardeados por el marketing de lanzamiento de esa nueva novedad, de ese hipervínculo que en vez de conectarte con una web que te interesa va a conectar a tu banco con algo que le interesa mucho más: tu cuenta bancaria.

Puede sonar paranoico, futurista, incluso estúpido. Pero, ¿qué vamos a hacer cuando nos impongan esa forma de pago por medio de mil triquiñuelas, ofertas, promociones, espejitos de colores? Primero habrá cajas para «Efectivo» y «Tarjetas», pero la gente quiere pagar sin demora e irse, y para eso necesitan que les des tu guita rápido, y la manera más veloz será el débito de chip cerebral. Y con el tiempo desaparecerán «Efectivo» y «Tarjetas». Eso, cuestión de tiempo y de adaptación.

Todos sabemos que mucha gente, con tal de ahorrar tiempo, es capaz hasta de eso, de dejarse poner un microchip en la cabeza. Y de ahí al rastreo satelital de nuestros movimientos y el rastreo neuronal de nuestros pensamientos, ¿hay mucho trecho? No soy catastrofista ni futurista, simplemente —en base a lo que ya existe— imagino algo así como «el próximo paso».

Cambiando de tema (y de ítem del ticket): ¿Usted qué piensa hacer cuando la clase alta introduzca el furor de tomarse la pastillita para olvidar, la antiresaca, la que genera sinapsis, la que te hace acordar de la infancia, la que te hace rendir más en el trabajo pero es, eso sí, 100% legal? Será como la ya antigua pandemia de empezar a operarse las lolas, los glúteos, agregarse Botox, abonarse al Viagra, cambiarse el color de los ojos… Eso parecía de cyborgs hacenada.

Pero lo que viene es más heavy, porque ahí sí que la ética se verá seriamente comprometida, acorralada, manoseada, ¿cómo escaparemos a ese nuevo cross a la mandíbula del más terrorífico de los capitalismos salvajes? ¿Cómo etiquetarán a esa nueva fase del capitalismo, la próxima, que está por empezar? ¿Capitalismo neuronal? ¿Mind-Capitalism?

La identidad, la historia personal, la personalidad, la familia, los recuerdos compartidos, los fracasos que nos ayudan a avanzar, ¿en qué acabaremos convertidos? Impresiona eso de que tu cerebro tenga un «número de chasis» paralelo a tu DNI.

¿Tu cerebro conectado con el banco, la policía, el trabajo, el Estado…? Yo no soy agorero, pienso nada más, me pongo en el lugar de un tipo muy ambicioso. Y la verdad es que surgen ideas aterradoras. Esto representaría el mejor de todos los zarpazos que el capitalismo salvaje ha dado sobre el ser humano como individuo, representaría el negocio del milenio para el sistema.

Entonces, ¿qué nos hace creer que ahora mismo ya no lo están pensando por usted y por mí? Sí, claro que será muy velado, disfrazado de ventajas, mejoras, practicidad, sobre todo eso, la palabra mágica: tiene que ser práctico. Sí, de acuerdo. Será gradual, habrá oposición, debate, lucha, marchas y contramarchas. Pero será.

Y será por dos motivos. Uno: si es bueno para los bancos, es bueno para el sistema. Dos: si es bueno para los bancos y para el sistema, es malo para todos nosotros, porque somos las espaldas que soportan el edificio capitalista. Cuidado, no es una crítica al capitalismo, más bien a nosotros como creadores-cómplices de él. De hecho, lo impondrán invocando la comodidad.

Cuesta imaginarlo. Todavía.

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