A pesar de nuestro desinterés, los intereses seguirán corriendo a su favor. Son las reglas del juego, dicen todos los cómplices. ¿Y si las cambiamos pronto? —murmura un desempleado desesperado. No, todavía tengo un sofá comodísimo y una tele de plasma de veintemil pulgadas —dice un digno ejemplar de clase media, claramente indignado.»
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